Aprovechando la ilustración os
transcribo la experiencia de una persona que puede perfectamente ser anónima en
este mundo en que todos estamos perdiendo nuestra identidad.
Hoy, 29 de marzo, Huelga general
de trabajadores, nosotros nos manifestamos en huelga de silencio, hartos de
estar callados sin siquiera poder exponer los hechos. La evidencia está en la
calle. Cómo es posible que sea invisible?
18 euros y treinta y siete
céntimos. Eso valen cuatro horas mías de trabajo. Eso es lo que han decidido
pagarme por mis cuatro primeras horas de trabajo aquí, en este sitio. En este
hueco de la crisis que llaman empleo. En este parche que le he puesto a mi vida
para poder pagar las tres horas escasas de tiempo libre que tengo a diario. En
eso se ha convertido mi vida: en un zurcido tras otro y en mendigar lo que
ellos me quieran pagar. En un discurrir silencioso a través de las horas que me
traspasan como el humo impregna la ropa: sin macharla pero dejando la huella
pestilente del olor a pólvora. Así estamos: trabajando en tres sitios, sesenta
horas a la semana y robándole al sueño el tiempo de descanso para transformarlo
en delirio, en un constante volver a aprender a sumar y a restar, en hacer de
las tablas de multiplicar una monserga tántrica que consigue desvirtuar el
resultado de los productos porque lo que aprendimos de pequeños ya no vale.
Tanto nos está jodiendo la crisis que ahora hay que sumar peras y plátanos para
tener manzanas. Hacemos malabarismos con las latas de conserva y multiplicamos
nuestros esfuerzos por mil para poder hacer frente a esas jornadas inacabables.
Y por suerte tenemos trabajo. Aunque ello suponga hibernar de nuestras vidas,
de nuestras familias, de nuestro ocio. Veo a mi hija dos, tres horas al día con
suerte. Libro los domingos, por suerte también aunque no mi marido, que libra
los martes. Yo trabajo de día. Él de noche. Se nos ha roto el amor, lo sé. Lo
veo en sus ojos pero por suerte tenemos trabajo los dos aunque cuatro horas
valgan 18 euros con treinta y siete céntimos. No quiero pensar en la regla de
tres. Y ellos siguen con su vida: sus coches, sus segundas residencias, sus
clubs privados, sus fiestas. De aquí a poco construirán barracones para no
tener siquiera que vernos porque esta crisis les ha dado derecho a sentirse
superiores, demostrarlo, resarcirse y alardear de ello. Porque ellos aún no han
caído. Porque nosotros seguimos trabajando para que ellos puedan continuar
siendo felices. 18 euros y treinta siete céntimos. Cuatro horas. Eso valgo.
Su victoria no llegará con nuestra derrota, sólo ganarán el día que nos demos por vencidos y el día que consigan vencernos perderán más de lo ganado.
ResponderEliminarSólo son malos perdedores.
... Y nosotros no tenemos intención ninguna de rendirnos. Ja, ja. Muy bien Miles, eres de los nuestros, antes roto que doblado! Aunque de vez en cuando molaría poder ganar, o al menos salir ganando.
EliminarDisculpa que haya tardado tanto en responder pero la vida me acecha. Saludos
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