Lo reconozco: escucho música a
diario. Y no me refiero a poner la radio mientras voy a trabajar o al hilo musical
del súper. No, lo hago a propósito. Incluso elijo el disco y no me vale
cualquier cosa. La música es mi contexto diario, la necesito para acabar de ser
yo y poder seguir haciendo lo que toque en cada momento. Es, digamos, mi
complemento directo cuando transito por un nuevo cd recién adquirido con el que
me he peleado durante dos minutos para quitarle el envoltorio. Es mi
complemento circunstancial cuando he tenido un predicado ñoño o simplón. Es el
atributo perfecto para una cópula poco oportuna con el día… Sí, es lo que
necesito cuando llego a casa. Cuando fallan mis neurotransmisores la música se
convierte en el conductor perfecto para que mi cerebro envíe la respuesta
adecuada a un impulso concreto, para poder manifestar una reacción emocional
correcta, para que mis réplicas sean eminentemente de carácter positivo y pueda
aparcar el pesimismo que últimamente me acecha y que intenta instalarse como un
parásito en mi estado de ánimo. Sí, es cierto que no ando muy animado
últimamente y paso muchas horas solo, aunque esté rodeado por mucha gente que a
veces me da la impresión de no conocer de nada. Y qué hago yo entre toda esa
gente? Formar parte del anonimato de la muchedumbre, contribuir a la pérdida de
la individualidad, a la disolución del nombre propio. Ser parte del proceso de la
pérdida de la originalidad de cada uno de nosotros, que no hacemos más que
intentar reinventarnos en nuevos aprendices de trabajador porque tal y como
está todo es como si tocara avergonzarse de haber dedicado tu vida a un trabajo
que alguien ha decidido que debe dejar de existir, que ya no es necesario. Y
uno se avergüenza, se suplanta a sí mismo y se maquilla de lo que no es para
subsistir físicamente y seguir alimentándose de una vida que para nada le
pertenece. Y ahí está la música, la de siempre, la que te ancla con tu pasado,
con tu vida de antes. La que te recuerda quien eres y deconstruye la realidad
falsa para tornarla propia. La que te otorga tu verdadera identidad y te da la
confianza de saber quién eres, dónde estás y qué haces en esencia. Para mí
escuchar música, mi música, la que yo elijo, es como ponerme las zapatillas de
deporte viejas y reconocer en la horma que he ido haciendo a lo largo de los
años la forma de mi pie. Todo es importante, no hay ningún sema prescindible en cada
uno de nosotros. Así que os recomiendo que si tenéis que recortar gastos no ahorréis
en sentimientos ni en pasiones, conservad aquello que os hace únicos.
*Cartel presentado para la exposción "The City Art", organizada por la cadena de cervecerías "The City Arms"
Diseño e ilustración: Morcimen
Texto: la bruja de siempre disfrazada de hada madrina
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